AGITADORAS

PORTADA

AGITANDO

CONTACTO

NOSOTROS

     

ISSN 1989-4163

NUMERO 06 - OCTUBRE 2009

 

La Hipocresía

Paco Piquer

            En mi casa cuelga este cuadro. Su autor me confesó que era el retrato de una prostituta. La estrecheces de la bohemia no daban para modelos. En ocasiones he preguntado a la pálida protagonista. ¿Por qué esa serenidad en tu mirada? Porque soy libre, confiesa la meretriz, que ha eludido el frío de la calle y  posado para el pintor a cambio de un caldo caliente y dos copas de absenta. Los ojos de la mujer del cuadro me cuentan retazos de su pasado y me invitan a penetrar en el lienzo para ser testigo de la escena, bohemia destartalada en la fría buhardilla. La mujer tiembla, aún siente el frío de la calle, mientras es objetivo de la mirada del pintor, que compone su gesto. Sus ojos no denotan miedo La absenta quema aún en su garganta y se abandona, casi ausente ya, a los pinceles que perfilan su posado luminoso. El artista elige, febril, los colores. Casi tiembla la paleta en su mano. Los trazos son firmes. La modelo es Cenicienta, pronto será medianoche y tiene que ganarse el pan. No queda apenas tiempo para atrapar las texturas de la piel; el gesto de firmeza.

            Siento que sobro en la escena, onírico voyeur. Y regreso a mi realidad, a la  mirada oscura de la modelo anónima, que empeñó su belleza para dar color a una pared blanca.

            Hoy sería imposible escribir un relato con los mismos protagonistas.

            Lo impide la hipocresía de aquellos que se rasgan las vestiduras comentando las noticias que llenan estos días los periódicos, cuando, quién sabe si horas antes, han sido protagonistas de un alivio urgente en algún portal apartado o en  el asiento incómodo de un coche.

            La hipocresía de los propios diarios que dedican páginas enteras a la publicación de anuncios en los que se publicita carne humana para consumo de viciosos y desalmados.

            La violencia de las mafias que trafican con la esperanza de una vida mejor.

            La prostitución ha adquirido en los últimos tiempos un espeso tinte de tristeza; es imposible imaginar hoy una escena como la que he tratado de plasmar.

            O la ingenuidad que utiliza Álvaro de la Iglesia en su novela “Los que se fueron a la Porra” cuando describe la casa de putas de un imaginario lugar a las afueras de Madrid.

            O el especial erotismo que utiliza Tinto Brass en su película “Los burdeles de Páprika”

            He podido constatar la absoluta ausencia de sordidez en el famoso Barrio Rojo de Amsterdam. Las putas, son allí controladas sanitaria y fiscalmente por el ayuntamiento de la ciudad. Como un trabajador más. Se exponen sin temor en sus escaparates y las mafias no tienen nada que hacer.  

            ¿Es la legalización y el control la solución a la lacra de un moderno comercio de esclavos? 
                 

 
 

Hipocresía

 

@ Agitadoras.com 2009